1. Distinguir entre una historia y algo que no es
El sábado por la mañana fui a la Feria Internacional del Libro Monterrey. Me paseé por los pasillos hasta que me saturé de tanta información y decidí tomarme un break asomándome a las charlas que había en la parte de atrás. En el primer salón encontré al Ingeniero Alejandro Rodríguez, presidente de los Tigres (club de fútbol para mis amigos no mexicanos) y elegí escucharlo.
Alejandro estaba platicando sobre las presiones a las que se ven sometidas la dirección y los jugadores por estar en el centro de numerosos actores: público en general, medios de comunicación, equipo administrativo y deportivo, patrocinadores y un largo etcétera.
Para ejemplificar su punto, Alejandro contó la siguiente historia:
A principios del año pasado recibí una llamada del Arquitecto Benavides. Me dijo: ‘Ingeniero, hay 40 aficionados de Tigres varados en Campeche. Se les descompuso el camión y no podrán volver hasta dentro de varios días. ¿Qué opina?’
¿Qué les digo? En realidad no era mi problema, pero si digo eso la afición se me echa encima.
Lo que hicimos fue conseguirles un camión de Senda para que los trajeran de regreso. Además me aseguré de que recibieran sandwiches y agua. Y así como esas anécdotas, las que quieran.
En mi post anterior hablé de dos discursos: uno que incluía historias y otro que no. Para hacer estos juicios necesité distinguir -de forma automática- entre clústers de información que reunían los elementos de una historia y clústers que no (Óscar explica en este post cuáles son esos elementos). Durante el discurso de Alejandro Rodríguez hice lo mismo y distinguí la historia que acabo de transcribir.
¿De qué sirve esforzarse en detectar historias?
Sirve porque no recordar todo el discurso sino sólo una historia, pero al recordar la historia -con la ventaja de que una historia es fácil de recordar- recordaré partes importantes del discurso. Además, la historia es buena y la puedo usar en alguna presentación o discurso donde tenga que explicar las presiones a las que se ven sometidos directores de empresas deportivas o de entretenimiento.
Si quieres ser un buen storyteller, pon atención a las intervenciones de los demás y quizás descubras historias que puedas usar.
2. Contar las historias que quieres recordar
El domingo antepasado me subí al metro de la Ciudad de México. En uno de los trayectos -además de ahogarme con el bochorno- escuché la siguiente historia contada por tres chavos-raza de las profundidades del metro chilango:
-El mes pasado me tocó ver a una chava que, a la hora de salir, se le atoró el pie en la puerta del metro. Los que íbamos alrededor pensamos que el conductor ya la había visto pero resulta que no. Y que le da. Todos nos lanzamos sobre la puerta e intentamos con todas nuestras fuerzas abrirla, pero no se abría. Yo puse todo mi cuerpo pero no había forma de abrir la puerta. El tren comenzó a andar y empezó a arrastrar unos metros a la chava. Entonces, alguien se abalanzó sobre la palanca de emergencia y el tren se detuvo.
Cuando terminé de escuchar eso pensé: ‘Acabo de escuchar una historia. Tiene todos los elementos’. Entonces me volteé con Vivi y le dije:
-¿Escuchaste la historia?
-No, ¿cuál?
Se la conté.
Hoy, nueve días después, recordé la historia y decidí escribir sobre ella. Le marqué a Vivi para ver si se acordaba de la historia.
-¡Sí claro! La historia de la chava que se le atoró el tacón en la puerta del metro y que nadie podía abrir la puerta hasta que alguien le picó al freno de emergencia.
Vivi recordaba detalles de la historia que yo no (tacón en vez de pie, y botón en vez de palanca), pero la esencia de la historia era la misma.
Esto me hizo pensar en las historias que contamos habitualmente. Nuestra memoria y nuestro consciente no son infinitos. Dicen -no sé dónde- que el ser humano típico puede tener hasta siete ideas en la cabeza al mismo tiempo. Independientemente de la veracidad o no del postulado, todos sabemos que es imposible acordarse de todo.
Lo interesante es que nosotros podemos decidir, en cierta forma, de qué nos queremos acordar. Piensa qué historias cuentas sobre ti, sobre tus hermanos o sobre cosas extrañas que hayan ocurrido en tu vida.
En mí está seguir contando la historia que escuché en el metro o dejarla pasar y olvidarla.
¿Quieres acordarte de algunas historias importantes para ti? Enlístalas y cuéntalas seguido. Vas a ver cómo se te quedan mejor.
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