Lo que me hace levantarme cada día

Mi primer trabajo fue como preceptor / tutor. Mi deber consistía en hablar cada dos o tres semanas con cada uno de los 10-15 estudiantes del Liceo de Monterrey que estaban a mi cargo. El plan era que platicáramos sobre ellos: qué les gustaba de su vida, qué no, qué querían hacer de grandes, cómo se llevaban con su familia, qué pensaban de sus amigos, del dinero, y de -básicamente- todo.

Con frecuencia tenía la oportunidad de hablar con personas llenas de cualidades que las desconocían por completo, que tenían muy malas relaciones con sus familias o que tenían pocas habilidades para hacer amigos, y eso me inquietaba mucho.

¿Cómo era posible que supieran tanto sobre X / que fueran tan buenos para Y / que tuvieran Z sueños, y que tuvieran tantos problemas personales, tantas incomprensiones, tantas trabas mentales?

Evidentemente no era un problema de capacidad. Estos problemas iban más allá. O iban más profundo.

Entonces, mis dudas se convirtieron en obsesiones, y de las obsesiones surgió una mejor observación, y de la observación surgieron patrones, repeticiones de actitudes y comportamientos que parecían repetirse. Por ejemplo:

• Las personas necesitan aceptarse como son si quieren descubrir sus habilidades y para descubrir cosas que les gusten. Para aceptarse necesitan conocerse. Para conocerse necesitan una conversación. Para tener esa conversación necesitan confiar en su interlocutor.
• Todos absorben hábitos y costumbres de sus padres, de sus compañeros y de sus maestros (y, en general, de las personas con las que conviven más tiempo), ya sea consciente o inconscientemente
• Una buena habilidad de comunicación oral facilita más la vida que calificaciones perfectas
• Una buena conversación tiene el potencial de solucionar traumas pequeños y grandes. Platicar sobre tus miedos ayuda a ponerlos en una balanza más objetiva que la propia. Pero las conversaciones son difíciles y escasas porque necesitas a alguien que te aprecie por quién eres y no por lo que haces ni por lo que tienes. Además, son difíciles porque requieren de tu vulnerabilidad

Cada ser humano tiene un potencial enorme, pero -cada vez me convencía más-, todos tenemos complejos, problemas de lenguaje e historias negativas que nos impiden conocernos, descubrirnos y liberarnos de lo que otros esperan de nosotros.

El autoconocimiento y conversación eran dos posibilidades necesarias para toda persona que quería hacer algo de provecho con su vida. Y, tristemente, no todos tenemos acceso ni a las herramientas ni a las personas adecuadas.

Cuando descubrí esto decidí dedicar mi vida a promover ambos (autoconocimiento y conversaciones). Muchas años después entendí que todo esto convergía en la comunicación organizacional. Lo del storytelling vendría aún después. Pero en esos primeros años de mi vida profesional descubrí mi Why del que habla Simon Sinek.

Todo el día de hoy Gerardo y yo trabajamos en un taller que tendremos con un grupo de ejecutivos sobre su estrategia. Para probar uno de los ejercicios, Gerardo me hizo un par de preguntas:

-Si llegara alguien a comprarte tu parte de Astrolab a un muy buen precio, ¿se la venderías?
Le pensé y luego le dije que sí. Siempre he querido dedicarme a escribir cien por ciento. Y a viajar.

-¿Y si el comprador te diría que su intención era convertir a Astrolab en un despacho de abogados o en una fábrica de tuercas?

Me imaginé a Astrolab siguiendo esos dos caminos, y sentí algo muy extraño en el estómago. Le dije que no. Le dije yo podía vivir sin Astrolab, pero que no permitiría que esta pequeña ventana para promover autoconocimiento y conversaciones se disolviera en algo alejado de sus objetivos actuales.

En estos primeros años de Astrolab hemos visto cómo la adquisición de un hábito de conversación puede cambiar a un grupo de personas, cómo un líder con buenas habilidades de comunicación oral -y de storytelling- puede dar claridad y facilitar la vinculación emocional entre un grupo y un ideal, y cómo un grupo de ejecutivos con herramientas de comunicación estratégica puede dar dirección, certeza y sentido de pertenencia a tantas personas.

Cuando veo esos resultados recuerdo mis años de preceptor y pienso que sigo haciendo lo mismo pero en otro nivel.