(Artículo publicado originalmente acá. Ésta es una versión modificada)
¿Cuánto tiempo de tu semana lo dedicas a crear, leer, mejorar o discutir slide decks (presentaciones de PowerPoint, links de Canva, PDFs de Google Slides)?
Para mí, la respuesta es entre una tercera parte y la mitad de mi tiempo. Eso me hace pensar que si le voy a dedicar tantas horas a esto, más me vale usarlas bien.
En este artículo para el blog de Astrolab, quiero contestar a la pregunta de ¿para qué sirve un slide deck?
El tema me interesa porque pocas cosas me frustran tanto como una presentación basada en un slide deck aburrido, confuso y largo.
Por otro lado, un buen slide deck puede convertirse en un buen apoyo en tus procesos de influencia: si está bien hecha,
- ayuda a dirigir la conversación,
- abre espacios de discusión y
- hasta sirve para energizar a audiencias cansadas (un buen diseño es buen diseño porque funciona).
Hasta los ochentas, construir un slide deck digital era muy difícil, y entonces tenías que usar transparencias, acetatos, o dibujar tu presentación a mano.
En 1984, un año que dio origen a Mark Zuckerberg, al anuncio de 1984 de Apple de Ridley Scott, y al libro de Orwell en el que se basa el anuncio —ah, bueno, y a mí—, un emprendedor empezó a desarrollar una solución que cambiaría esto para siempre.
Slide decks para todos
En 1984, Robert Gaskins empezó a trabajar en un software que tenía el objetivo de sustituir las máquinas de acetatos como herramienta de apoyo en presentaciones. El software se llamaba Presenter, y en 1987, Apple invirtió en Forethought, la empresa detrás del software.
Unos meses después, Microsoft compró la empresa por catorce millones de USD. Para entonces, el software había cambiado de Presenter a PowerPoint, por temas de propiedad intelectual.
En 1991, sólo cuatro años después, aparece una caricatura de Dilbert donde se menciona el concepto de presentación relacionada con una computadora:

Todas las caricaturas de Dilbert, y las notas previas vienen de la autobiografía de Gaskins que compartió en su página: https://www.robertgaskins.com/powerpoint-history/sweating-bullets/gaskins-sweating-bullets-webpdf-isbn-9780985142414.pdf
Nueve años después, Adams dibuja por primera vez una situación donde alguien está usando una computadora para proyectar una presentación:
Adams nos deja ver que esta tradición corporativa de relacionar fuertemente los conceptos de “presentar” con “PowerPoint”, existe desde inicios de siglo.
¿Cuál era la intención de crear PowerPoint, de acuerdo a Gaskins, el creador del software? ¿cuál era su audiencia meta?
En su autobiografía Sweating Bullets, Gaskins explica que PowerPoint surgió como una herramienta para ventas y marketing, pero poco a poco fue permeándose hacia el resto de las áreas de trabajo.
A finales de la década de los noventa y a principios de los dos mil, algunos pensadores comenzaron a criticar el uso de la herramienta, y le recordaron al mundo corporativo que PowerPoint era sólo una herramienta más para lograr la comunicación efectiva de una idea.
En el 2003, Edward Tufte -un profesor de Yale- publicó un libro demonizando el uso de PowerPoint.
Steven Pinker salió en defensa del software, según un correo citado por este artículo de The Wall Street Journal:
Cualquier oposición general a PowerPoint es sólo tonta. Es como denunciar las conferencias [Pinker usa el concepto de lectures]: antes de que existieran presentaciones horribles de PowerPoint existían conferencias terribles.
El problema no era usar PowerPoint, escribe Pinker, sino usarlo mal. Y generalmente se usa mal cuando no tenemos claro para qué lo vamos a usar.
El objetivo de un slide deck
Va una hipótesis:
Construimos un slide deck para comunicar una idea de forma efectiva a una o varias personas.
¿Hace sentido mi hipótesis? Vamos a suponer que sí. Ahora, a mí me parece más relevante la siguiente pregunta:
¿Cuál es la relación entre comunicar una idea y presentar? ¿dónde está el vínculo entre ambos? ¿qué une a estos dos conceptos? ¿porqué creemos que presentar = comunicar una idea?
El silogismo que resuelve esto se representa así (en la mente de la mayoría de las personas):
Si le muestro n hechos o datos a una audiencia, mi idea será efectivamente comunicada.
El blog de Astrolab está lleno de refutaciones a esto. En el mejor de los casos, ese silogismo es un reduccionismo: los hechos / datos / argumentos suelen carecer del poder para convencer a otros, por sí mismos.
Ozan Varol -autor de un libro que debería ganar el premio al Mejor Título y a la Mejor Portada– escribió un artículo sobre esto.
Como un resultado del bien documentado sesgo de confirmación, tendemos a minusvalorar la evidencia que contradice nuestras creencias y a sobrevalorar la que las confirma. Filtramos las verdades incómodas y los argumentos del lado opuesto. (…).
Ponerles La Verdad Incómoda de Al Gore en repetición a una sala llena de trabajadores de la industria automovilística en Detroit no los hará convencerlos sobre el calentamiento global si están convencidos que tu agenda los dejará sin trabajo.
¿Entonces? ¿qué podemos hacer?
De entrada, repensar nuestra manera de construir slide decks.
Más que verlos como un vehículo que transporta sustancia para derramar sobre la cabeza de otros —qué analogía tan rara, hasta me hizo sentir incómodo, WTH Andrés—, velo como una herramienta que te puede servir para mostarles a otros lo que tú estás viendo y lo que tú estás percibiendo.
Usa un slide deck para hacer más transparente la conversación, para energizar a tu audiencia, y para darle una coherencia visual a la narrativa que intentas transmitir.
Regresa al post de Cómo influir en otros, Pt. 2: Estructura y Storytelling. Una vez que tengas tu qué, porqué y cómo, tus tres ideas y un orden establecido, abre tu software favorito y crea un slide deck que ayude a comunicar tu mensaje, no a estorbarlo.
Y por último, no envenenes a los que te escuchan:
Vidio orang Coli
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